Siempre, antes de comenzar una puesta en escena, la dirección del espectáculo debe elaborar un concepto de puesta en escena para la obra que se haya elegido. Esto no es una opción, en realidad es una condición sine qua non. La razón es que tener una brújula durante el proceso de ensayos, nos ahorrará muchas horas de trabajo y dolores de cabeza, y nos dará claridad a la hora de saber que queremos contarle a los espectadores. En efecto, el elenco necesita saber que pretende contar la dirección con la obra, qué aspectos se quieren resaltar especialmente, y qué estética y modo de interpretación se ha elegido para ello.
Nuestra tarea es unificar un elenco no uniforme alrededor de un tema y una estética, para que el espectáculo no devenga un híbrido, donde cada uno haya intentado imponer por por virtudes o carencias su respectiva visión.
Desde ya que no se trata de una tarea sencilla. Ganar a diferentes personas para una causa común, requiere de ideas sólidas y mucho poder de convicción. La tarea de la dirección es seducir y tentar al elenco para un viaje, donde nadie sabe a ciencia cierta si se llegará a buen puerto. Dirigir pondrá a prueba una y otra vez nuestras habilidades como vendedores, seductores o visionarios. Si el elenco no cree, es imposible avanzar. Cuando se abre un abismo entre la dirección y el elenco, la nave irá a la deriva, donde la posibilidad de encallar es más probable que la de llegar sano y salvo a destino.
Ahora bien, ¿qué es exactamente un concepto de puesta en escena?
Según mi punto de vista, se compone de dos factores principales.
El primero es la elección del tema a tratar en la obra. Una pieza teatral toca abundantes temas por lo general. Elegir uno de ello que la puesta pretende focalizar, es fundamental. Esto no quiere decir que los otros temas no serán tratados. El asunto es dónde poner el acento, dónde concentrar las energías.
La elección del tema deberá tener en cuanta tres factores, sin los cuales, no tendrá sentido desarrollar este procedimiento.
El primero es que sea inmanente a la obra. No tiene sentido imponer un tema que en el texto no sea tratado o lo sea tan solo de manera colateral. Es absurdo maltratar una obra, torciéndola en un sentido que ella no ofrece. Es utilizar el texto de un autor para contar cosas que el no quizo, e imponer los míos. Hay obras suficientes en el mundo como para no tener que hacer esto.
El segundo factor, es que el tema que toco, suscite un interés actual en nuestra sociedad. No tiene sentido tratar temas que hoy en día son inexistentes, ya que el teatro no debe ser nunca tan solo un museo viviente. El teatro es interesante, si se mete directamente y sin miedo con las problemáticas actuales.
El tercer factor es que el tema elegido, le toque a la dirección directamente. Uno no puede realizar un estudio sociológico en el escenario, objetivo y científico. Le faltará la vida y recién cuando la dirección se implique emocionalmente, resultará un espectáculo vivo. Esto no quiere decir que debo imponer mis puntos de vista, si no entender y defender a los personajes, porque conocemos de manera directa lo que les sucede.
Cuando monté “Casa de muñecas ”, me interesaba algo que es actual, que veo en cantidad de relaciones de pareja y me involucraba a mí como persona también: ¿cual es el poder de decisión que tienen las dos partes en las parejas, cuando sus ingresos son muy diferentes? Este tema es actual, nos atañe y está profundamente enquistado en la pieza teatral.
Una vez tomada esta decisión, debemos ubicarla en un espacio y tiempo.
¿Será el tiempo del autor? ¿Será el espacio del autor? ¿Cuál es el valor agregado de dejarla en su tiempo o traerla al nuestro? Yo tiendo en general a traerla a nuestro tiempo, para evidenciar más su actualidad.
Lo mismo sucede con el espacio. ¿La dejo en Noruega, o la llevo a la ciudad en la que desarrollo la puesta, o lo dejo abierto y neutral?
La manera de contar estas coordenadas de tiempo y espacio, nos llevarán directamente a la escenografía, el vestuario y la música del espectáculo. Con ellos podré desarrollar los signos que pretendo transmitir al espectador.
Para todos estos criterios, siempre me mueve una frase de Meyerhold, un contemporáneo de Stanislawsky, creador de la biomecánica, que repartía un texto entre los espectadores donde decía irónicamente: “ esto que van a ver, no trata de ustedes, si no de su vecino”.
Yo quiero con el teatro cuestionar y no conservar, sostener un espejo que enseñe nuestras miserias y sea desagradable. Estos criterios me guían para desarrollar los conceptos de puesta en escena de las diferentes obras.