Blog 19 «El teatro del absurdo»

Hasta la llegada del teatro del absurdo, se había podido definir con relativa exactitud cuáles eran las características establecidas para la construcción de un buen drama.

Un drama bien construido debía poseer una trama bien hilvanada. Esta historia podría ser narrada en unas pocas palabras. A ello se le agregaría una pizca de intriga y un desenlace trágico e inesperado.

Los personajes debían tener caracteres muy definidos, con tipos físicos y psicológicos precisos. Además poseían historias y motivaciones que los proyectaban a buscar determinados objetivos que hicieran compensar sus carencias.

El manejo de los diálogos debía mostrar cierta destreza. Frases medidas, plenas de sentido y propias de los personajes.

Todos estos aspectos que hacían a la construcción de un buen drama, se derrumban como un castillo de naipes con la incursión del teatro del absurdo.

En efecto, después de la segunda guerra con sus 70 millones de muertos, campos de concentración y exterminio y la destrucción de todo un continente, el mundo en el que se había creído se desvanece por completo. Después de haber pasado por el horror, el ser humano no puede seguir siendo el mismo que antes de la guerra. En el mito de Sísifo, Camus nos dice como respuesta a lo vivido en los años anteriores: “Sólo hay un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Decidir si la vida vale la pena o no es responder a la pregunta básica de la filosofía“.

Más adelante, Camus plantea las razones del surgimiento del teatro del absurdo. „ Un mundo que se puede explicar, incluso con razones insuficientes, es un mundo familiar. Sin embargo, en un universo repentinamente privado de ilusiones y de la luz de la razón, el hombre se siente como un extraño. No hay manera de salir de este exilio porque no hay memoria de una patria perdida ni esperanza de una tierra prometida en ella. Este divorcio del hombre con su vida, del actor con su entorno, es precisamente el sentimiento del absurdo.“ ( (Albert Camus, der Mythos von Sisyphus. red Bd. 90, p.11)

Absurdo proviene originalmente de desarmonía. Se supone que está en desarmonía con lo razonable y lógico. Es en este sentido que debemos contextualizar este genero, y no en el sentido cotidiano de la palabra absurdo, como ridículo.

El teatro del absurdo rompe con todos los cánones establecidos teatralmente hablando. Las obras no tienen trama ni desenlace trágico. Los personajes carecen de raíces y de caracteres concretos, así como de psicología y motivaciones. Los diálogos carecen de sentido y pareciera que los personajes hablaran para llenar el vacío. Parecen personajes flotando en el aire, sin rumbo, porque no se proponen alcanzar nada en especial.

En el teatro del absurdo pareciera que la vida no mereciera ser vivida, la existencia carece de sentido y todas las elucubraciones de los personajes no son más que palabras sin contenido.

Si se quiere, se podría decir que el teatro del absurdo es un movimiento anti teatral y anti literario. Anti teatral porque le quita a los personajes sus historias, sus circunstancias, las causas de sus comportamientos, y sobre todo sus motivaciones. En este género no encontraremos situaciones y relaciones. Y sin embargo, para que los actores se suban al escenario, tendremos que que definir una serie de motivaciones, ya que si no, será imposible actuar. Esta es la contradicción que nos plantea y requiere de una destreza por parte de los realizadores.

Lo mismo sucede con el lenguaje. Si bien lo que dicen carece aparentemente de sentido, nosotros debemos de darle un mínimo de sentido para que los textos puedan ser dichos.

Es así que en „Esperando a Godot“ de Beckett, los personajes no saben a quién esperan ni para qué. Mientras aguardan hablan de cosas sin sentido, tal vez para matar el tiempo. Al final de la obra continuan esperando.

En las sillas de Ionesco, una pareja de ancianos dialoga con invitados imaginarios representados por una multitud de sillas.

En „Final de partida“ de Beckett, sus protagonistas son Hamm, un viejo amo que está ciego y no puede permanecer de pie, y su sirviente, llamado Clov, que no puede sentarse. Viven en una pequeña casa junto al mar, aunque a veces el diálogo sugiere que no hay nada fuera de la casa, ni mar, ni sol, ni nubes. Los dos personajes, mutuamente dependientes, siempre se han llevado mal, y así se ve a lo largo de la obra. Clov a veces muestra una remota intención de librarse de su yugo, pero nunca es capaz de hacerlo. Los otros dos personajes que aparecen son los padres de Hamm, que no tienen piernas: Nagg y Nell, los cuales viven en sendos cubos de basura que aparecen en el escenario. De vez en cuando piden comida y hablan entre sí.

Si bien el teatro del absurdo cuenta con numerosos precursores, siempre creí que Chejov es su principal antecesor. Si bien es verdad que en Chejov podemos encontrar una trama y los personajes poseen una psicología, se pueden descubrir numerosos aspectos que son característicos del teatro del absurdo. Por ejemplo el sinsentido de muchos diálogos. En „Tres hermanas“ discuten acaloradamente si en Moscú hay una o dos universidades. O cuentan que alguien estiró una cuerda a lo largo de todo Moscú, pero nadie sabe bien porqué y para qué. Andrei le confiesa las desgracias de su vida a Ferapont, pero al final este le dice que es sordo, a lo que Andrei responde que si no fuera así, no se lo hubiera contado.

Sus personajes carecen de rumbo, se proponen objetivos que no solo que no cumplen, si no que tampoco realizan nada por alcanzarlos. En „Tres hermanas“ todos quieren irse a vivir a Moscú, y en el último acto, siguen añorando vivir en aquella ciudad.

Tratar el teatro del absurdo es agregar herramientas fundamentales a la técnica teatral, ya que nos plantea un desafío inusual.

  

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