Blog 14 «La comedia 1»

Se acostumbra a decir en el ambiente del teatro, que la comedia es el género más difícil para dirigir y para actuar. Sinceramente no sé si es así. A mí nunca me costó más trabajo dirigir una comedia que una tragedia o un drama. Es verdad que siempre se me dijo que poseía un talento natural para la comedia, y que en una puesta mía de drama o tragedia, sería muy difícil no encontrar algún momento cómico. Puede ser que sea por esto. En todo caso, debo decir que la puesta de una comedia conlleva otro rigor que la del drama o la de la tragedia. Esto es así, porque en la comedia el Timing debe ser exacto, todo debe funcionar como un cronómetro. No casualmente se dice que la comedia es matemáticas. En los otros géneros, si Hamlet entra dos segundos más tarde, no tiene consecuencias. En la comedia, si un personaje entra 2 segundos más tardes, es nefasto.

¿Qué condiciones se deben dar, para que se produzca la comicidad y de qué nos reímos? Hay una serie de factores que intentaré esclarecer en estos blogs. Para esto, quisiera dejarles hoy una serie de pasajes del libro más útil que he encontrado acerca de lo cómico. Se trata de „La risa“ de Henri Bergson, quien realiza un análisis brillante acerca de las condiciones que provocan la risa. A modo de introducción, nos regala este texto:

„Fuera de lo que es propiamente humano, no hay nada cómico. Un paisaje podrá ser bello, sublime, insignificante o feo, pero nunca ridículo. Si reímos a la vista de un animal, será por haber sorprendido en él una actitud o una expresión humana. Nos reímos de un sombrero, no porque el fieltro o la paja de que se compone motiven por sí mismos nuestra risa, sino por la forma que los hombres le dieron, por el capricho humano en que se moldeó. No me explico que un hecho tan importante, dentro de su sencillez, no haya lijado más la atención de los filósofos. Muchos han definido al hombre como «un animal que ríe»“. La risa, Henri Bergson, editorial Sarpe, pagina 12.

En efecto, el teatro refleja lo ridículo del comportamiento humano en diferentes situaciones, y cómo, a partir de la imperiosa necesidad de alcanzar determinados objetivos, nos comportamos de manera absurda y grotesca. Y continúa:

Habrían podido definirle también como un animal que hace reír, porque si algún otro animal o cualquier cosa inanimada produce la risa, es siempre por su semejanza con el hombre, por la marca impresa por el hombre o por el uso hecho por el hombre.“ La risa, Henri Bergson, editorial Sarpe, pagina 13.

Sin embargo, muchas veces, las mismas situaciones que nos pueden causar risa, provocan lo contrario. Esto tiene que ver siempre con la manera de actuarlo. Cuando el rey Lear salta de un montículo que no se eleva más que unos centímetros del nivel del suelo y cree haberse suicidado, hay un hilo muy fino que separará la comedia de la tragedia. Depende de la distancia emocional que ponga el actor, el público se reirá o se identificará. Esto es así, porque en efecto, la emoción es el principal enemigo de la comicidad. A este respecto, Bergson nos deja un pasaje maravilloso:

He de indicar ahora, como síntoma no menos notable, la insensibilidad que de ordinario acompaña a la risa….No hay mayor enemigo de la risa que la emoción. No quiero decir que no podamos reírnos de una persona que, por ejemplo, nos inspire piedad y hasta afecto; pero en este caso será preciso que por unos instantes olvidemos ese afecto y acallemos esa piedad.“ La risa, Henri Bergson, editorial Sarpe, pagina 13….

Lo cómico, para producir todo su efecto, exige como una anestesia momentánea del corazón. Se dirige a la inteligencia pura.“ La risa, Henri Bergson, editorial Sarpe, pagina 13.

La otra condición que quisiera citar, es el hecho social de la risa. Brecht decía que con menos de 40 o 50 espectadores, el púbico no se ríe. Esto lo he vivido en numerosas oportunidades. En un teatro vacío nadie ríe, por más bien actuada que esté la pieza. Hay una especie de vergüenza en los espectadores, que seguramente debe tener que ver con la cercanía de los actores, donde los individuos que componen el público,  necesitan perderse en la masa para poder reírse. Esta necesidad del anonimato también se produce, porque siempre nos estaremos riendo de una desgracia ajena. El espectador pretende no ser individualizado. A este respecto, Bergson nos regala otro pasaje brillante: „No saborearíamos lo cómico si nos sintiésemos aislados. Diríase que la risa necesita de un eco. Escuchadlo bien: no es un sonido articulado, neto, definitivo; es algo que querría prolongarse y repercutir progresivamente; algo que rompe en un estallido y va retumbando como el trueno en la montaña. Y, sin embargo, esta repercusión no puede llegar a lo infinito. Camina dentro de un círculo, todo lo amplio que se quiera, pero no por ello menos cerrado. Nuestra risa es siempre la risa de un grupo Quizá os haya ocurrido en el coche de un tren o en una mesa de fonda oír a los viajeros referir historias que debían de tener para ellos un gran sabor cómico, puesto que reían con toda su alma. Si hubieseis estado en su compañía, seguramente también habríais reído. Pero como no lo estabais no sentíais la menor gana de reír. Un hombre; a quien le preguntaron porqué no lloraba al oír un sermón que a todo el auditorio movía a llanto, respondió: «No soy de esta parroquia.» Lo que este hombre pensaba de las lágrimas, podría explicarse más exactamente de la risa. Por muy espontánea que se la crea, siempre oculta un prejuicio de asociación y hasta de complicidad con otros rientes efectivos o imaginarios. ¿No se ha dicho muchas veces que en un teatro es más frecuente la risa del espectador cuando más llena está la sala?“  La risa, Henri Bergson, editorial Sarpe, pagina 14.

En el próximo blog continuaré analizando la comedia.

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